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Salud

El ictus, la enfermedad que más mujeres mata, ataca sin avisar y exige una reacción muy rápida

19 noviembre, 2019

Exuperio Díez
Catedrático de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Jefe del Servicio de Neurología y Centro de Ictus, y coordinador del Área de Neurociencias del Centro Hospitalario de La Paz, en Madrid.

“No hay ningún daño cerebral lo suficientemente pequeño para no tomarlo en cuenta, ni ningún daño cerebral lo suficiente grave como para que no podamos tratarlo”.
Hipócrates

El ictus, la ‘enfermedad’ de la que todo el mundo habla ahora, es el accidente cerebrovascular que provoca la mayoría de las atenciones urgentes en Neurología.

Es la segunda causa de mortalidad en los países occidentales y la primera en mujeres. En España, cada seis minutos alguien sufre un ictus. Además, sus secuelas se sitúan en las primeras posiciones en las causas de incapacidad permanente.

Aparece de improviso y se produce porque se detiene de manera brusca el riego sanguíneo en una zona del cerebro. Esta falta provoca la muerte neuronal de la parte afectada y la consecuente pérdida de las funciones que ejecutaban.

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Por eso, actuar rápido es fundamental. Cada minuto que pasa, las posibilidades de recuperación se reducen. Afortunadamente, en los últimos años se ha conseguido que el infarto cerebral se trate de una manera eficaz gracias al abordaje urgente.

Los síntomas son perfectamente identificables: pérdida de fuerza repentina en una parte del cuerpo, pérdida de visión, alteración súbita del habla, dolor de cabeza intenso, sensación de vértigo… Es el momento de acudir a un centro de urgencias para intentar detener la hemorragia o disolver el coágulo que lo ha provocado.

Utilizar los tratamientos de perfusión primero, con la trombólisis intravenosa y complementados con la intervención mecánica a través de la trombectomía poliintraarterial para desobstruir el vaso dañado, ha conseguido un descenso notable en la mortalidad.

Esto ha supuesto un cambio de paradigma; primero en los centros hospitalarios, en los que se van creando Unidades de Ictus, dotando a los centros de medios para practicar las trombectomías, y en tercer lugar creando un sistema de escalas que permite identificar a los pacientes que van a beneficiarse de la trombectomía.

Otro asunto son las secuelas que puedan quedar a los pacientes cuando se recuperan. Y eso pasa por desarrollar las medidas de reparación cerebral, potenciar la capacidad que tiene el cerebro para repararse a sí mismo, ayudarle. Proyectos y ensayos clínicos que se desarrollan en centros de investigación como el del Hospital Universitario La Paz.

En este hospital se han realizado ya tres ensayos experimentales, el último basado en los lisosomas -enzimas que tienen la capacidad de fagocitar bacterias y otras sustancias que entran en las células y que permiten regenerarlas- que podría estimular la reparación de células dañadas.

Duros datos
El ictus es la

causa de muerte
Cada año, en España
110.000
personas sufren un ictus
De ellos, el
50%
quedan con secuelas
discapacitantes o fallecen.
ELA, Esclerosis Múltiple… una rendija a la esperanza

La edad es un factor de prevalencia para algunas enfermedades neurológicas, pero otras son de origen inmunológico como la Esclerosis Múltiple, las Encefalitis Autoinmunes o la Neuromielitis óptica que se desarrollan a edades juveniles.

En este terreno seguimos investigando. Hemos avanzado mucho en su conocimiento en la última década y a medida que sabemos más de la inmunidad innata y las enfermedades inmunomediadas se desarrollan nuevos tratamientos.

En los últimos tres años la Agencia Europea ha aprobado nuevos fármacos de base inmunológica que actúan sobre las células y moléculas responsables de la proteína o sobre aquellas que la destruyen y provocan estas enfermedades (como la ELA).

La inmunología representa un gran campo a desarrollar dentro de la Neurología.

Ahora contamos con nuevos fármacos para combatir enfermedades como la esclerosis múltiple. Actúan sobre los distintos niveles de la enfermedad, pero de manera muy especial sobre los linfocitos. Gracias a ellos, buena parte de los pacientes no llegan al grado de invalidez que alcanzaban hace 10 años.

La investigación en la neuromielitis óptica o en otro tipo de encefalitis autoinmunes nos permite conocerlas mejor, tratarlas adecuadamente e incluso curarlas.

Estas investigaciones, y las terapias o fármacos logrados, son aplicables además a otro tipo de enfermedades no imunológicas.

Hoy contamos con tratamientos farmacológicos para enfermedades como las migrañas, con el tratamiento de anticuerpos monoclonales que bloquean el transmisor o el receptor.

Asimismo, utilizando el sistema llamado antisentido, que se utiliza en la manipulación genética, se pueden ahora mejorar enfermedades como la Amiotrofía Espinal infantil, con el Spinraza.

Y recientemente ha salido otro producto que tras una modificación genética puede parar la enfermedad, puede curarla en las formas juveniles. Son grandes esperanzas que también podrán ocurrir con la ELA, con el desarrollo de estas terapias.

Si las neuronas se regeneran la cura es posible

Desterrada la idea de que el sistema nervioso y el cerebro no se pueden regenerar y demostrado que existe neurogénesis, es decir, que es capaz de repararse, trabajamos con el horizonte de curar todas las enfermedades neurológicas.

El presente se caracteriza porque existe tratamiento para todas ellas.

Se pueden curar las enfermedades infecciosas, algunas metabólicas porque se sustituye el encima que falta, y otras gracias a un tratamiento patogénico. Avances que permiten una vida mucho más confortable y prácticamente normal.

Sin embargo, otras enfermedades, como el Alzhéimer, están cosechando en los ensayos clínicos resultados poco satisfactorios. Quizás por ello, se ha cambiado la orientación en su investigación.
Ya no estamos tan obcecados con el amieloide porque una vez que hemos llegado y lo hemos eliminado, los últimos ensayos demuestran que la enfermedad continúa.

Por ello se dirige la mirada a un estadio previo al amiloide; la proteína Tau sobre el que hay que actuar. Todas las nuevas investigaciones se dirigen a ella.

Esta proteína Tau interviene en una parte del proceso degenerativo, del Alzhéimer y de otro tipo de demencias.

Se dibujan como campo de investigación las proteinopatías para conseguir detener la enfermedad.

Del mismo modo, en la enfermedad de Parkinson se ha desarrollado un anticuerpo frente a la fase nucleína -una de las fases que atraviesan los enfermos- que se va a empezar a ensayar y que podría detener su desarrollo.

De la energía que producimos
el cerebro consume el

20%
En la cabeza, lo que no se pueda curar ¡hay que pararlo!

En el terreno de la Neurología se impone como necesidad el diagnóstico precoz de la enfermedad. Si no se puede curar, cuanto antes detengamos su desarrollo menores secuelas tendrá en los pacientes.

Y como se trata en la mayoría de los casos de enfermedades episódicas y no hereditarias, hay que desarrollar los biomarcadores -y los instrumentos tecnológicos necesarios- que permitan este diagnóstico.

Porque lo que hemos conseguido en la mayoría de los casos es que la enfermedad se detenga o progrese más lentamente.

En este sentido las técnicas tomográficas que actualmente se utilizan (como el PET) representan un importante avance. Por ejemplo, en los deterioros cognitivos, si evitamos el componente vascular que los puede desencadenar, se retrasa su aparición y eso supone mejorar la calidad de vida de estos individuos.

Evitar que la demencia se manifieste supone avanzar gran paso, porque en definitiva es ganar tiempo para que podamos encontrar una solución al problema. Estoy seguro que con más tiempo daremos con soluciones.

Pero el Alzheimer no es el único proceso degenerativo que sufre el cerebro. Genéricamente, con el envejecimiento se daña y va envejeciendo nuestro sistema vascular, nuestras arterias. Y esos daños también afectan al cerebro.

Por ejemplo, pequeñas lesiones vasculares, más frecuentes a una edad avanzada, condicionan el desarrollo de la demencia como también los problemas cardíacos o la arterioesclerosis favorecen la aparición de Ictus y de hemorragias cerebrales.

También, los casos de la Hipertensión Arterial o de la Angiopatía Amiloide aumentan con la edad y tienen su proyección en modo de enfermedades neurológicas.

Y la pregunta que se plantea a continuación es: ¿podemos reducir el riesgo de las enfermedades con deterioro cognitivo mejorando la prevención de la enfermedad vascular?

Creemos que sí. Los estudios epidemiológicos apuntan en esa dirección.

Primer planteamiento: “cerebro sano en un cuerpo sano”

A la hora de pensar en consejos es importante ser consciente de que todo lo que afecta al cuerpo va a afectar al cerebro de un modo u otro. Incluso el estrés.

Por ello los consejos son bastante comunes: una alimentación mal sana afecta al cerebro tanto como a otros órganos.

Evitar sustancias tóxicas -tabaco, alcohol…

En el caso de los fármacos etiquetados como drogas, tomarlos solo bajo prescripción médica. Porque todas tienen efecto sobre el cerebro.

Controlar la Hipertensión Arterial

Mantener el cerebro activo. Y eso es algo que pasa desde la realización de ejercicios mentales a ejercicios físicos.

El cerebro consume el 20% de la energía que producimos.

Cuidar la salud vascular y cardíaca. Si el sistema vascular funciona bien se minimiza el riesgo de aparición de enfermedades cerebrales.

Por eso aconsejamos a los pacientes que empiezan con deterioro cognitivo, que hagan una vida muy saludable.

El Alzhéimer lo sufre toda la familia

La Enfermedad de Alzhéimer supone la mitad de los diagnósticos de demencia, y quizás los más impactantes tanto para el enfermo como para su entorno, ya que supone la pérdida progresiva de la memoria: la inmediata y la pasada.

Como enfermedad progresiva, quedarte sin recuerdos al tiempo que olvidas lo que acabas de hacer o dónde vives -la pérdida de orientación es otro de sus síntomas- provoca importantes cambios en la conducta y carácter del paciente.

Del mismo modo, para la familia resulta muy complejo contemplar que alguien próximo va borrando paulatinamente su pasado y asumir que para él o ella acabarás siendo un completo extraño.

Aunque la enfermedad de Alzhéimer puede tener un origen genético, y en estos casos se desarrolla a edades más tempranas, la mayoría de los diagnósticos se producen a partir de los 65 años.

Desgraciadamente, los cuadros de enfermedades neurológicas graves, como el Alhzeimer, una enfermedad neurodegenerativa o las demencias convierten a los enfermos en Grandes Dependientes.
También ocurre en el caso de los ictus cuando las secuelas producen un déficit motor o cognitivo.

Por ello resulta fundamental preparar a los cuidadores, en la mayoría de los casos y en sus estadíos iniciales, los familiares. Hay que dedicarles una especial atención para que, a su vez, no enfermen.

No se trata de una labor médica, pero sí asistencial. Básicamente, la sociedad se autoorganiza, pero el Sistema de Salud debe de colaborar y apoyar organizando cursos para que conozcan el desarrollo de la enfermedad y los cuidados y atención que requiere el enfermo.

Y del mismo modo, los profesionales nutrirnos de las demandas que plantean las asociaciones de enfermos.

Tiene más de 100 años y sigue siendo una enfermedad cuasi desconocida

Todavía hoy desconocemos cuál es el desencadenante de la enfermedad.

La hipótesis del funcionamiento anómalo de la vitamina beta-amiloide como causa de ese atrofiamiento cerebral es una de las más extendidas en la investigación, aunque, no la única. Quizás por eso no contamos con un medicamento o terapia específica que la cure. Aunque existen tratamientos que logran ligeros éxitos sintomáticos. Su avance, el deterioro que provoca, es imparable a día de hoy.

Así que a la espera de que la investigación básica dé sus frutos, manejamos junto a los fármacos una serie de terapias preventivas que pasan por el mantenimiento de hábitos de conducta, estimulación mental y una dieta equilibrada.

Terapias que suponen una carga añadida para el entorno del enfermo. La familia acompaña al enfermo en el proceso degenerativo cerebral, participan en las terapias y en numerosas ocasiones sufren el llamado ‘síndrome del cuidador’.

El especialista
Exuperio Díez

Jefe del Servicio de Neurología y centro del Ictus y coordinador del área de Neurociencias del Hospital Universitario de La Paz de Madrid. Es también miembro del Instituto de Investigación Sanitaria de este hospital, el doctor Exuperio Díez compatibiliza su labor profesional hospitalaria con la investigación y la docencia como catedrático en el Departamento de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ha participado en más de una decena de ensayos clínicos a través del Instituto, entre ellos el Ensayo de extensión, abierto, de fase III de ECU-MG-301 para evaluar la seguridad y la eficacia de eculizumab en sujetos con Miastenia Gravis Generalizada (MGG) resistente al tratamiento.

La creación de una Red de Enfermedades Vasculares Cerebrales (ICTUS) o la Identificación de marcadores de daño de fibras (axonal y mielina) en sustancia blanca cerebral y nuevas dianas terapéuticas para potenciar la reparación y recuperación en el infarto subcortical, entre otros.

Exuperio Díez está considerado por la Revista Forbes como uno de los 100 mejores médicos españoles. Esta clasificación elabora un ranking de los profesionales más prestigiosos en más de 20 especialidades.